Ambos son hermanos del padre de la afamada artista barranquillera.
Cuando la vio por última vez en persona, Shakira tenía 11 años. Ella y su madre estaban de visita a la joyería que William, padre de la estrella, tenía en el Centro.
Hoy, Pedro Mebarak Díaz tiene 83 años, arde en deseos de ver a su sobrina, abrazarla con todas las fuerzas que le quedan, y pedirle ayuda económica. "Ya que ella es tan bondadosa y ha ayudado a tanta gente, con más razón, ayudará a su tío", dice.
Es delgado y alto, tiene el cabello gris y la mirada triste. Su ascendencia libanesa puede leerse en la nariz, donde descansan las gafas correctoras. Hay una lágrima en el ojo izquierdo, secuela de una reciente operación de catarata.
La voz es pausada: "Pero William no me deja verla. Cada vez que ella viene a Barranquilla lo he intentado, pero nunca se puede, que por lo uno que por lo otro, que ella viene es a descansar. Yo quisiera saber qué es lo que está pasando", dice.
Pedro Mebarak vive con su esposa y una hija de ambos en una pequeña casa de la urbanización Las Moras, de Soledad (Atlántico), donde venden llamadas a celular. "No me gano sino 20 pesos por minuto. Es más bien para entretenerme", agrega.
La última vez que se vio con su hermano William fue en el 2005, cuando el orgulloso padre se presentó a Las Moras a corroborar que, en efecto, Pedro vivía en muy discretas condiciones, las mismas que había encontrado cuatro años antes y que lo motivaron a asignarle un apoyo económico mensual.
No es, sin embargo, la ayuda que él esperaría: está recibiendo 180.000 pesos mensuales que le entregan por caja menor en la Inmobiliaria Mares, donde queda la oficina de Alberto, hermano de la cantante.
"Me lo están entregando desde el 2001. Primero fueron 50.000. Poco después, me aumentaron a 100.000 y así estuve hasta el 2005, cuando pasaron a 200.000; pero hace cinco meses, me rebajaron. El que firme ayer, fue de 180.000 pesos", precisa.
Hasta allá llega también otro Mebarak, Alberto, el mayor de todos los hermanos de William, y quien tiene 94 años. Con él pasa lo mismo que con Pedro. La única diferencia es que la mesada, en su caso, es de 250.000 pesos.
"Yo no sé la razón de esa diferencia, pero eso es lo de menos. A mí lo que me preocupa es que mi hermano, a su edad, ya casi no puede caminar, y no son capaces de mandarle la plata con un mensajero", reclama Pedro.
En la Inmobiliaria Mares, prefirieron no entregar ninguna información ante la llamada de EL TIEMPO. Unas pocas horas antes le habían dicho a Pedro que Alberto ya podía ir por su dinero.
Alberto vive con su esposa en una pequeña casa del barrio La Central, cerca de la Gran Central de Abastos, jurisdicción también de Soledad.
Ya casi no oye, y cuando habla, lo hace para relatar, en desorden, su paso por Janna Licores y por otras empresas donde, según él, lo liquidaron mal dejándolo sin pensión.
Pero recuerda con precisión los esfuerzos infructuosos que hizo en el 2006 para tratar de hablar con su sobrina cuando ella cantó por última vez en Barranquilla.
"Vi fue una foto de ella en su carro con su novio De la Rúa, pero ahora anda con Piqué", asegura con una sonrisa fresca, celebrando el apunte.
En la pared de su casa, resalta una fotografía de Shakira: pero no es la niña de 11 años que él también recuerda con el cabello negro y la sonrisa tierna, sino una rubia espectacular muy admirada, talentosa; muy rica y bondadosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario